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Libera Colombia: segundas oportunidades hechas a mano

La marca Libera Colombia, registrada por el Inpec, ayuda a los privados de la libertad a comercializar múltiples productos artesanales desde las cárceles. Más de 30.000 personas buscan espacio en una sociedad que los rechaza. Buscan demostrar que pueden ser productivos para sí mismos y sus familias.



César Augusto Lozano, condenado, recicla tubos de plástico y así ayuda a pagar la universidad de sus hijos / Jose Vargas Jose Vargas


César Augusto Lozano está condenado al éxito. Desde la cárcel de máxima seguridad La Picota, en Bogotá, coordina un taller donde se reciclan tubos de plástico. Entre los gritos de los privados de la libertad y los muros fríos y grises de la prisión, Lozano crea lamparás artesanales con sus propias manos. Le encargan todo tipo de adornos: carros, princesas de Disney, héroes de Marvel y hasta escudos del América de Cali. De tal nivel es su trabajo, que en 2019 se ganó la Feria Artesanal Expotalentos en la Plaza de Bolívar. Por su zona han pasado cientos de reclusos que terminan diciéndole “papá”, pues ha trabajado, también, para cambiar la vida de sus compañeros.


“Era muy delicado tocar un tema de un cuchillo o una cegueta. Se fue ganando la confianza del director y de los tenientes. Para mí esto es un orgullo. Lo que se hace se logra comercializar. Hay una parte que nos representa bien y es la marca Libera. Es importante para nosotros que estamos aquí entre cuatro paredes y para que el exterior sepa que nosotros por lo menos hacemos algo acá”, explica Lozano, con el chaleco café que lo identifica como trabajador, al lado de una pila de, por lo menos, 50 tubos que casi terminan en la basura. Libera Colombia, proyecto del Inpec, ayuda a miles de artesanos como Lozano, para que su esfuerzo llegue a buen puerto y sea recompensado.


Libera Colombia fue registrada en la Superintendencia de Industria y Comercio en 2011. Hay más de 30.000 internos involucrados en actividades como bisutería, cerámica, lencería, maderas, marroquinería, reciclaje, tejidos, entre otras. Los productos, que además son un medio para redimir pena, son ofrecidos por la marca en ferias, tiendas en 24 puntos fijos a nivel nacional y desde los mismos establecimientos carcelarios. Por ejemplo, entre 2019 y 2020, las ferias representaron casi $120 millones en ventas. Las Tiendas Libera, como la que está ubicada en la oficina central del Inpec en Bogotá, aportaron en el último año $47 millones.

“Al privado no se le cobra un peso por hacer los procesos de comercialización a través de Libera ¿Por qué? Es la responsabilidad de nosotros ¿Qué se hace con la plata? Inmediatamente ingresa la plata, se le entrega al interno, pero no en físico. Nosotros tenemos unas cuentas donde ellos pueden tener directamente su plata. Ellos pueden ahorrarla o la pueden entregar a su familia”, explica Ariel Rivera, subdirector de Desarrollo de Habilidades Productivas del Inpec. Allí, en la oficina central, hay un punto de venta con Cristos hechos en madera, parqués de cuatro y seis puestos, zapatillas para microfútbol y pinturas al óleo, entre otras cosas. De hecho, para el día en que El Espectador visitó el edificio, un artista negoció una sala de estar hecha en madera y tejidos.

César Augusto Lozano fue condenado en 2014 por “cosas que le daban más plata”. Ahora, a meses de salir en libertad, pensando en abrir un restaurante, buscó en Javier Camilo Duarte la continuidad del negocio de las lámparas. Duarte, nervioso ante la entrevista, confiesa que es aún más valioso el pago emocional: “Gracias a este proyecto estoy ayudando a mi familia. Yo tengo tres hijos, mi esposa y mis papás, que dependen emocionalmente de mí. Yo les doy aliento. Doy gracias por la oportunidad de cambiar mi concepto de vida y mi concepto de las cosas. Cometimos errores, acá los estamos pagando. La idea es esa. Resocializarnos, demostrar a las personas que están afuera que somos valiosos”.


Faber de Jesús Atehortúa, otro interno, sabe que el panorama es complejo, los patios hostiles y por eso aprovecha cada día en su taller de cuero. El hombre de alrededor de 45 años, quien confirmó su pasado en las “Autodefensas de Carlos Castaño”, es el maestro de un espacio donde se crean correas, aperos para las cabezas de los caballos, sillas para los montadores y demás elementos. “Desde que estemos acá en el taller todos los días son buenos para mí. Hay veces que nos obstaculizan la venida, por algún problema en La Picota, y uno se siente maluco. Uno quisiera salir a producir. Vernos las caras y trabajar en armonía”, dice. Revela que a veces se le olvida la condena y que se ha hecho millones en solo una feria. Le esperan 40 años en prisión, quizás menos.


Libera Colombia, además, comercializará por un año los productos de Luis Hernando Calderón. Un expolicía que, al parecer, desperdiciaba el don que tiene en sus manos. Tras salir a prisión domiciliaria, montó su propio taller de artesanías y carpintería en Sibaté (Cundinamarca). Crea animales, helicópteros, licoreras, relojes, imágenes religiosas y escudos de armas, que oficiales de la Policía ubican en su casa como un tesoro. “La idea es salir con la libertad condicional y la empresa mía la quiero denominar Convict Art. Ahora siento que soy mejor persona, mejor ser humano. No sé si es por el arte o porque mantiene uno ocupado en el taller. Me siento más feliz en este momento”, concluye.


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